lunes, 6 de mayo de 2013

El exorcista y la gripe demoníaca.

Hace algún tiempo, en algun lugar, una muchacha sumamente descuidada no tuvo mejor idea que salir desabrigada a la calle un frío día de otoño.
A poco de este suceso, que para cualquier mortal pasa desapercibido y no va mas allá de un par de mocos, la inconsciente comenzó a mostrar síntomas gripales. Los síntomas evolucionaban normalmente, hasta que apareció la tos.
Parecía como una gripe cualquiera, pero cada vez que tosía, era cuando todo se tornaba extraño. De repente empezó a toser en lenguas desconocidas para ella: primero  en alemán, luego en francés y mas tarde se agregaron una tos japonesa y otra en latín (en ésta cada espasmo terminaba en  UM, no se porque será)
En este punto su familia estaba preocupada, la chica había cambiado su actitud, se la veía mortalmente pálida, desganada, no mostraba mejoría alguna.
Sus padres recurrieron a los mejores médicos del universo, el infito y mas allá... pero nadie proveía soluciones. La salud y el aspecto de la muchacha empeoraban con el correr del tiempo. Entonces sucedió.
Un buen día, ya pasadas un par de semanas del descuido de haber salido desabrigada y ya con su salud hiper deteriorada por una gripe demoníaca, los padres de la chica decidieron llamar a un sacerdote. Cuando no hay de donde agarrarse y pasan este tipo de desgracias, hay que recurrir a la fe.
Vic Vaporub, ese era su nombre, un sacerdote recién llegado de holanda especialista en gente poseída por gripes del averno. Lo enviaba el vaticano a investigar los hechos.
Luego de una breve entrevista con la familia y una visita a la enferma, el sacerdote llegó a la conclusión de que la unica manera de que la gripe abandonara el cuerpo de la muchacha era mediante un exorcismo. Fijada la fecha y la hora en la que se llevaría a cabo, el sacerdote se retiró del lugar.
Llegado el día pactado, el reverendo Vic se presentó en la casa de la muchacha provisto de un maletín enorme, en el cual guardaba sus instrumentos sagrados. Pidió a la dueña de la casa que le preparara una mesa, una olla de agua caliente y muchas cajas de Cleenex®; acto seguido procedió a la preparación del terreno.
Colocó sobre la mesa que le habían provisto su maletín y dispuso en un meticuloso orden sus herramientas de trabajo: primero la miel, después el limón y el te; hojas de eucaliptus frescas ; una cantidad importante de aspirinas y por último su biblia y una botella de jarabe para la tos (bendito, por supuesto).
Hechó en la olla de agua hirviendo las hojas de eucaliptus y comenzó con el ritual. La muchacha se retorcía, atada a su cama, mientras el aroma invadía la habitacíon, al grito de "No nos vamos nada, que nos saquen a patadas" (lo que nos lleva a concluir que eran mas de uno los causantes de terrible gripe).
El sacerdote hizo caso omiso al griterío y continuó con el ritual. Tomó de su maletín una taza a la que llenó de agua caliente y le mezcló la miel, el limón y el té; acto seguido se acercó a la chica, que seguía gritando, y con el dedo medio empapado en el líquido le dibujó sobre la frente una cruz. Acto seguido abrió su biblia y buscó entre sus paginas la oración correspondiente a este caso titulada "Sanctum Vaporum, vade retro gripus" y en voz alta la leyó.
A partir de ese momento, todo fue miedo y confución. Los demonios gripales hacían a la exorcisada revolverse en la cama tosiendo en varios idiomas a la vez. Su cara estaba cubierta de mucosidad blanca y espesa y la temperatura del lugar se elevaba cada vez mas.
El sacerdote no iba a rendirse fácil y ,por mas resistencia que la gripe ofrecía, no había que darse por vencido, así que  recurrió a su arma letal. Mientras seguía recitando la oración en voz alta, destapó la botella de jarabe para la tos y la esparció alrededor de la cama y sobre la enferma. En ese momento la casa vibró y lo último que se oyó fue una tos perruna en vaya a saber usted que idioma. Después de eso, solo silencio.

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